Un relato trágico

Su habitación está prácticamente vacía. Sin televisión. Sin radio. Sin libros, revistas o periódicos. Sin decoración en las paredes. Sin recuerdos de anteriores visitantes. Nada en absoluto que refleje a la persona que ha vivido aquí desde 1995. Una celda individual de una cárcel está más personalizada que esto, aunque Bill no tiene prohibido ir a ningún lado. Le falla la movilidad y, la mayor parte del tiempo, las ganas. En un día normal, se despierta, es cambiado de ropa y limpiado por el turno de mañana de enfermeras y entonces es sentado en su silla de ruedas, donde se queda mirando al vacío. Cuando ha tenido suficiente, es devuelto a su cama, donde cierra sus ojos e intenta volverse a dormir. En algún momento es alimentado, y después, dormir de nuevo.

Pero hoy ha tenido un visitante. Un hombre entra en su habitación, pero inmediatamente Bill no quiere saber nada de él.

“FUERA” grita. “FUEERAA

El trabajador social está cerca, claramente escéptico sobre esta visita que no hará sino agitar a Bill hasta llevarle a un punto que le hará más difícil tratar con él el resto del día. Pero la enfermera, Fátima, se adelanta y coloca una mano en su hombro. Por razones que el personal no revela, Bill se altera ante la presencia de cualquier hombre en esta habitación, por eso sus enfermeras son mujeres. De entre ellas, Fátima es con la que tiene mejor empatía con Bill y sus palabras le tranquilizan lo suficiente para escuchar.

“Tranquilo, Bill, no puedes hablarle así,” dice Fátima. “¿Sabes quién es?”

“¿Quién?” pregunta Bill, genuinamente sorprendido.

“Es tu hijo.”

La cabeza de Bill se gira de pronto, fijándose en su visita. Es más que una sorpresa.

“Hola, Bill,” dice la visita, un hombre de 45 años con un abrigo rojo. “Soy yo, Adam.”

Los ojos de Bill se llenan de lágrimas. Y entonces se llenan los de Adam. Es la primera vez que se ven en 17 años.

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En Queens-Nassau, Adam Pocock se inclina y abraza a su padre, que le devuelve el abrazo. Bill Mantlo esta sonriendo de oreja a oreja y no puede quitar la vista de su hijo. Bill habla con Adam, pero su habla es lento y laborioso. Uno siente que en alguna parte dentro de ese cerebro dañado, el “Bullicioso Bill” está aun ahí, atrapado en un cuerpo roto que se interpone entre él y el resto del mundo.

Cuando Adam menciona el traer a su hermana Corinna de visita, Bill se ilumina una vez más. “¿Corinna?” dice. “Tráela. La echo de menos. La quiero.”

Entonces Adam enciende un iPad y va desplazando imágenes de las portadas de algunos de los comics que Bill escribió. Bill sonríe, y señala a cada uno de ellos, reconociéndolos instantáneamente. Cada uno es como una pequeña reunión con un viejo amigo.

“¡ROM! ¡Los Micronautas! ¡Capa y Puñal! ¡Mapache Cohete! ¡El Increible Hulk!” Adam le pregunta a Bill si le gustaría que le trajese algunos posters de las portadas, así como algunos de los viejos comics que él escribió. Bill asiente con entusiasmo. “Sí,” dice. “Eso me gustaría.”

Después de una corta visita, es hora de que Adam se vaya. “Te quiero, Papá” dice Adam.

“Yo también te quiero,” dice Bill. “¿Puedo tomar un helado? De vainilla.”

Cuando Adam se gira al marcharse, Bill sonríe de nuevo y levanta sus pulgares con aprobación. Adam se marcha, y una vez se ha ido, Bill vuelve a su cama. Este es el día más excitante que ha tenido en una larga temporada, dice su enfermera. Pone su cabeza en la almohada y cierra sus ojos. Su día ha terminado. Son las 9:45 am.

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Interpretación al castellano de un par de segmentos del largo y duro (e inexacto) artículo “Un relato trágico” publicado en Life Health Pro.

En dicho relato se cuenta que el hermano de Bill, Mike, vendió todas las posesiones de Bill, incluida su colección de comics, entre la que se encontraban todos los comics que escribió para Marvel, para conseguir fondos para su cuidado médico.

Sus hijos, Adam y Corinna, están intentando recopilar todos esos comics, obviamente para llevárselos a su padre. Si tienes, o eres capaz de adquirir de alguna forma alguno de los comics originales de Bill Mantlo, y tu corazón te lo pide, puedes ver si ya lo tiene, y si no es así, hacérselo llegar, en este grupo de Facebook:

https://www.facebook.com/#!/BillMantloProject

Bill Mantlo: Un genio de 60 años.

Tengo algo abandonado este diario, lo sé, os pido disculpas, pero no puedo dejar de reservar un espacio para escribir estas líneas.

Hoy sería un día especial. Un día maravilloso.

Hoy hace 60 años desde que Bill Mantlo nació en Queens Village. 60 años nada menos.

Sería maravilloso si no fuera porque hace casi 20 años, un terrible 17 de Julio, Bill dejó de ser él mismo tras un atropello que le causo traumas cerebrales severos que le han tenido todo este tiempo bajo cuidados especiales.

Y sin embargo, a pesar de todo, hoy es un día especial. Porque mientras Bill está ahí, aunque viva bajo unas dolorosas circunstancias, todavía podemos decirle lo grande que es, las grandes enseñanzas que nos ha regalado, los buenos momentos que nos ha hecho pasar, y lo muy agradecidos que estamos por todo ello.

Gracias Bill, tú no lo sabes, pero es probable que hayas influido muy profundamente en todas las locuras idealistas en las que me meto, y, por supuesto, tú estás junto a mi en todas y cada una de las ocasiones en las que me siento detrás del teclado.

Dicen que J.J Abrams está empeñado en hacer una película con tus Micronautas. Espero que sirva como detonante para que el mundo te de el reconocimiento que mereces y tan solo te damos de forma tímida y mojigata. Y quizás puedas ver la peli, y quizás, en uno de esos milagros del cerebro humano, el impacto haga que algo ahí dentro se ordene, y puedas recuperar una parte de tu vida que mereces como nadie recuperar.

Te deseamos de corazón muchas felicidades Bill. Muchas Felicidades, Mike, Corinna, Adam y Arthur. Y muchas felicidades a todos los lectores y admiradores de sus historias, compañeros, que siempre llevaremos a Bill en nuestro equipaje.